En este artículo de El País, ocho jóvenes que no bebe alcohol nos cuentan su experiencia, en una sociedad en la que, por desgracia, el consumo de alcohol entre los más jóvenes se mantiene estable a lo largo del tiempo.
Ocho jóvenes nos cuentan por qué no beben ni una gota
de alcohol
"No me compensa
pasar un día entero hecha polvo por unas horas de diversión"
Con
16 años, en España te puedes casar y conducir una moto que
no sobrepase los 125 centímetros cúbicos. Sobre esa edad ya eliges en el
instituto si te interesan más las ciencias o las letras y es probable que
empieces a salir de fiesta con tus amigos. 16 es la edad media en la que se
consume alcohol por primera vez en nuestro país, según el Observatorio Español de las Drogas y Adicciones,
aunque la ley no te permite comprarlo; también es el momento en el que algunos
chavales dicen por primera vez “no” a consumir alcohol.
Los últimos datos del Observatorio
(2015) indican que el consumo de alcohol en la franja 15-34 años se mantiene
más o menos estable en la última década, con un ligero descenso. Tanto para
ellos como para ellas: el 37,5% de los varones y el 22,6% de las mujeres de esa
edad reconoce haberse emborrachado en el último mes.
El
informe advierte del aumento de los "atracones de alcohol" (binge drinking), una práctica en aumento entre los jóvenes que
consiste en beber en abundancia en muy pocas horas (entre una y tres). En 2005,
el 5% de los españoles consumía alcohol de este modo, mientras que en 2015 los
adeptos habían ascendido hasta casi el 18%. Además, la última Encuesta Europea de Salud en España (2014)evidencia que el
7,1% de los hombres entre 25 y 34 años y un 3,8% de las mujeres confiesan ser
bebedores intensivos entre 1 y 4 días a la semana. ¿Qué se considera intensivo?
Consumir más de 50-60 gramos de alcohol puro en unas cinco horas, lo que equivale
a algo más de cinco copas de vino.
Fuente: OEDA. Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES 2003-2015) |
Los hábitos de consumo a lo largo de los
años muestran la tolerancia social que existe en nuestro país hacia el alcohol
desde la adolescencia. Ante esta realidad, hemos hablado con ocho jóvenes
abstemios, de entre 18 y 28 años, para que nos cuenten cómo viven sus primeros
botellones, qué les ha llevado a tomar la decisión de no beber, qué sienten
cuando ven a sus amigos borrachos o cómo se relacionan al conocer gente nueva.
Todos aseguran que no buscan amigos que sigan su tendencia antialcohol y
respetan la decisión de los demás, aunque están cansados de contestar la misma
ronda de preguntas cada vez que conocen a alguien: "¿nunca lo has
probado?, ¿ni una cerveza?, ¿cómo puedes saber si te gusta si no has bebido
jamás?, ¿y cómo aguantas de fiesta?".
Laura Moro, 20 años: “No he sido capaz de acabarme una
copa”
A esta aficionada al atletismo no le
atrae el alcohol, ha visto “muy mal a algunos amigos por sus efectos” y
prefiere quedarse al margen de las borracheras. Hasta el punto de que asegura
que intentó beberse una copa en 2017 y fue incapaz de terminársela. Sus amigos
suelen presentarla como “la sana del grupo”. “Cada vez cuesta más encontrar a
jóvenes que no beben porque empiezan muy pronto a ingerir alcohol. Yo me apunto
a cualquier plan festivo, pido otra cosa y listo”, asegura.
David
Rodríguez, médico, investigador, profesor de Bioquímica de la Universidad de
Salamanca y autor del libro Alcohol y Cerebro, afirma a Verne que
para los jóvenes es esencial sentirse aceptado por el grupo, de ahí que
intenten seguir las conductas que este establece. Esta especie de “rito de
iniciación” tiene mayor riesgo entre los adolescentes, ya que un adulto cuenta
con mejores herramientas para enfrentarse a un entorno en el que no se siente
del todo cómodo.
Shifa Rostom Ajlani, 27 años: “Al ser musulmana y
llevar el hijab la mayoría de gente no me pregunta si bebo alcohol, es obvio”
Esta madrileña residente en Liverpool
nunca ha probado el alcohol. El motivo principal es que su religión, el Islam,
lo prohíbe: “Según el Corán, el alcohol tiene beneficios, pero sus prejuicios
son mayores que sus bondades”. Como dentista, también tiene muy en cuenta lo
perjudicial que es esta sustancia para la salud. “Recomiendo a mis pacientes
reducir el consumo de alcohol y tabaco, algunos aceptan mi reto y en menos de
un año han disminuído mucho la dosis o lo han dejado definitivamente”, cuenta
orgullosa.
Rostom asegura que nadie suele
preguntarle si bebe alcohol porque al llevar el hijab la mayoría entiende que
no: “Mis amigos me invitan a sitios donde no hay alcohol, algunos incluso
evitan beber delante de mí, aunque siempre me he relacionado tanto con
bebedores, como con abstemios. Nunca me he sentido discriminada por no
consumir, al contrario, me respetan más”.
Álvaro Varela, 23 años: “Mi pasión por el deporte y la
natación es uno de los motivos para no beber”
Este estudiante de Medicina cree que
tuvo suerte con su grupo de amigos de la adolescencia. “Crecí en un ambiente en
el que éramos todos deportistas y nunca bebimos para relacionarnos. Me gusta
mucho el deporte y siempre he practicado natación, lo que sin duda ha
contribuido a que no beba”, reconoce. Años después, la formación médica le ha
dado otra perspectiva del alcohol, que considera “terriblemente perjudicial”. Y
añade: “He percibido situaciones límite por culpa de esta sustancia”.
Varela reconoce tener una mentalidad
diferente a la mayoría de sus amigos. Cree que muchos jóvenes empiezan a beber
para relacionarse con el sexo opuesto o para conseguir bailar en una discoteca,
por ejemplo. “Cuando empecé a salir me generaban ansiedad esas cosas, sentía
vergüenza, entonces pensé que o hacía frente a ese sentimiento o me iba a
quedar solo. Pero jamás decidí beber para combatirlo, podía ser sociable y
vencer esos miedos sin necesidad del alcohol”, afirma.
Lucas
Sánchez, 26 años: “Cuando descubrí el daño que me hacía beber, lo dejé”
“No bebo alcohol, ni fumo,
ni consumo drogas. ¿Por qué no bebo? Por lo mismo por lo que no ingiero veneno.
¿Hay más abstemios por aquí? ¿Cómo lo vivís?”. Estas son las palabras de Lucas
Sánchez en un foro de escritores en el que el barcelonés buscaba compartir cómo
es su vida desde que a los 25 años decidió dejar de consumir alcohol. “Bebía
para desinhibirme y para olvidar mis problemas durante unas horas, pero no
solucionas nada en estado de embriaguez, pierdes todas tus capacidades
cognitivas y contribuyes inútilmente a matarte un poco más”, afirma.
El doctor Rodríguez está de acuerdo con
esta afirmación. Insiste en recalcar que el alcohol es una droga tóxica: “Tiene
un efecto depresor, es ansiolítico, cuando la dosis aumenta influye en la
transmisión cerebral. El alcohol se aprovecha de los circuitos de recompensa y
hace que volvamos a él porque nos produce placer, el cerebro se maladapta y se
hace dependiente de esta sustancia”.
Lucas es muy crítico con el ocio
nocturno orientado a los jóvenes y asegura que, una vez dejas de beber te das
cuenta de lo sobrevalorado que está socialmente estar borracho. “El alcohol te
vuelve estúpido, y gran parte del ocio nocturno está pensado para eso mismo.
Hay quien dice que si no bebes es imposible pasárselo bien en las fiestas. Eso
puede llegar a ser comprensible porque uno no puede socializar en la mayoría de
discotecas debido al volumen de la música, porque, en realidad no es un ocio
pensado para socializar, sino para tener una excusa para beber”, afirma.
Claudia Sánchez, 27 años: “No sé cómo puedes, yo no
podría, ¿nunca lo has probado?”
Ser
abstemia no es ningún inconveniente para esta sevillana, que disfruta de su
Feria de Abril y demás festejos como la que más. “Desde siempre me ha generado
rechazo el alcohol, mis padres me concienciaron mucho y, después, al ver a mis
amigos borrachos sentía vergüenza”, cuenta a Verne.
Sánchez nunca se ha sentido
discriminada, aunque le da rabia que la gente piense que es aburrida y que no
se sabe divertir por no beber: “Hay personas que cuando se emborrachan no
quieren que yo esté cerca, porque a la mañana siguiente me voy a acordar de
todo y eso les supone algún problema”. Rodríguez afirma que muchas veces el
miedo de sentirse raros fomenta la invisibilidad de la realidad abstemia.
“Debería ser como a los que no les gusta el fútbol, tienen una vida social como
cualquier otra persona”, dice.
“El típico sorbo de champán en Año
Nuevo”, sí. Pero a Llorente el alcohol le sabe a colonia. El publicista ha
crecido en los alrededores de la Casa de Campo madrileña, donde se celebran
botellones a los ha acudido, aunque sin consumir alcohol. “He ido como el que
más, al principio me aburría un poco, pero luego cerraba discotecas”, dice.
Reconoce que cuando conoce gente nueva
le bombardean a preguntas sobre su decisión. Aunque también que su entorno
intenta protegerlo para que no tenga la tentación de beber un trago o coger un
cigarrillo. Llorente asegura que ha bebido alguna vez para demostrar al resto
que no habla con desconocimiento. Además, cree que muchas personas intentan
justificar de algún modo el consumo de alcohol porque necesitan respaldar su
hábito.
El doctor Rodríguez explica que la
resaca, una situación físicamente desagradable, no es considerada por la
sociedad como algo malo, sino como “una medalla, una cicatriz de guerra que
hace que seamos más fuertes, que saquemos pecho de la noche anterior”.
Patricia Peribáñez, 28 años: “No me
compensa pasar un día entero hecha polvo por unas horas de diversión”
“No me gusta el sabor”, “me suele
aparecer una reacción alérgica en la cara”, “me duele la tripa y la cabeza”...
Motivos no le faltan a esta madrileña para rechazar el alcohol. La licenciada
en Ciencias Ambientales tiene claro que, con la cantidad de veces que se pone
mala a lo largo del año, no le compensa pasar un día entero hecha polvo por la
resaca a cambio de unas horas de fiesta.
El doctor y autor del libro alcohol y
cerebro, que participa en talleres de concienciación sobre los efectos del
alcohol en colegios, cree que se está dando un mensaje demasiado bondadoso
sobre una sustancia tóxica, y que es necesario explicar los beneficios que
tiene prescindir de ella: “Si has consumido alcohol durante años y dejas de
hacerlo, tu hígado puede recuperarse casi al 100%, tendrás un sueño más
reponedor, lo notarás en las células de la piel, incluso tendrás mejor humor…”.
Sandra Moro, 18 años: “Me parece un robo
que por un refresco te cobren 3 euros y por una cerveza, la mitad"
Con la mayoría de edad recién cumplida,
Moro estudia Terapia Ocupacional y alguna vez la han acusado de amargada por no
tomarse una copa. A Sandra le indigna pagar 3 euros por un refresco o un zumo
cuando las cervezas cuestan la mitad y ver a la gente borracha le reafirma en
su decisión de ser abstemia. No beber no le impide pasárselo bien, es capaz de
irse a las fiestas de un pueblo de Cáceres con amigas y no dejar de bailar en
toda la noche. “Y terminar a las 11 de la mañana jugando al voleibol, sin una
gota de alcohol en el cuerpo”.
En España no existe
una ley nacional que intente frenar el consumo de alcohol entre los menores y
prevenga los futuros hábitos de los jóvenes. Después de que la polémica “ley
antibotellón” de 2002 no se aprobase, algunas Comunidades Autónomas tomaron el
relevo en esta materia. En noviembre de 2016 la ministra de Sanidad, Dolors
Montserrat, anunció un proyecto legislativo ambicioso que aún se encuentra en
fase de estudio. Las entidades e instituciones que forman la Movilización
Alcohol y Menores, impulsada por la Federación de Ayuda contra la Drogadicción
(FAD), han pedido estos días que
la futura ley no sea solo represiva y
contemple medidas educativas y de prevención.
https://verne.elpais.com/verne/2018/01/25/articulo/1516898583_033778.html
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